Una
experiencia no solo musical también conecta el encuentro con mentes geniales,
aquellas a las que también les encanta compartir con los amigos y alegrarse de
los detalles más pendejos y por sobre todas las cosas ser feliz a pesar de qué
dirán y el qué diré. El Parque Norte en esta oportunidad nos abrió las puertas
con todo su esplendor.
Al
entrar nos esperaba un corredor lleno de colores en el aire y en el camino
estaban las letras del Breakfest, las mismas que nos daban por primera vez (a
Mafe y a mí) la bienvenida a las ciudad de la eterna primavera.
Queríamos
montarnos en todas las atracciones (que por cierto eran gratis para todos los
asistentes al festival), también comprar en el mercadillo de diseño
independiente: la gafa, la agenda, el anillo, lo que fuera con tal de comprar
un lindo souvenir de la tierra de los paisas y apoyar “el diseño colombiano”.
Inicialmente montamos en los carritos chocones, luego en
la “montaña rusa” que más bien parecía una planicie rusa, pero de igual manera
andábamos contentas de poder estar pisando tierra paisa. Mi mente se reía
mientras pensaba a gritos: ¿porqué todos estos paisas tienen que estar tan
lindos?
En la
zona de comidas los asistentes podíamos comer empanadas, brochetas,
hamburguesas, frappeados, todo a precio de festival ($10 mil lo más barato), la
pola y la gaseosa sin importar cuál fuera tenía un valor de $5 mil.
En esas
averiguando qué podíamos comprar a buen precio hablé con uno de los chicos que
vendía brochetas. La verdad es que uno con su mentalidad
de cachaco no sabe si le están cayendo o si son así de amables. Y es que en realidad ellos bien paisas y
uno así todo bogotano, ellos así todos lindos y uno así todo rolo.
La primera agrupación
que quisimos escuchar fue: No Regular Play, la tarde estaba en todo su
esplendor. En ese toque nos divertimos, bailamos, disfrutamos; mientras en el
escenario ellos hacían lo que sabían... Alguien en el público bailaba como si
estuviera piloteando un avión.
Después
de un rato quisimos ir a relajarnos en la zona lounge, la única en todo el
parque en la que la única preocupación de cada persona era descansar en los
puff, tomarse unas cuantas cervezas, quitarse los zapatos si era el caso y
dejarse llevar por las sonoridades cercanas. Después
de un rato el festival debía seguir, así como nosotras debíamos ver a las demás bandas.
El primero que se apareció en mi listado musical fue Rey Gordiflón,
quienes en escenario hicieron que todos los asistentes cantaran sus canciones,
y yo a mi estilo cachaco, cantaba las únicas 3 canciones que me sabía.
La
presentación de Gordiflón me transportó a mis épocas colegiales en las que
únicamente escuchaba ska o raggae y los
que en los salones de clase mi mente cantaba: “Luego dirás que fui yo el que
dijo adiós, me voy por que eso es lo que tu quieres”.
Terminó
la presentación de esta señora banda y la tarde empezó a tomar su tonalidad.
Siendo las 6:20 p.m. en las tablas del escenario principal, estaban nuestros vecinos del barrio Aranjuez: Alcolirykoz, quienes cantaban: “esto no es soplar y hacer botellas”, demostraban todo el talento que llevan dentro.
Siendo las 6:20 p.m. en las tablas del escenario principal, estaban nuestros vecinos del barrio Aranjuez: Alcolirykoz, quienes cantaban: “esto no es soplar y hacer botellas”, demostraban todo el talento que llevan dentro.
Sin
duda alguna, ellos sí saben cómo divertir al planeta mientras van diciendo a su
antojo y a modo de sátira, mensajes de realidad, de conciencia y de caminos que
de una u otra manera nos conectan.
El grupo de hip hop se conectó con todos los ahí presentes y se despidieron cantando: "Yo que no tengo nada, sin joyas ni fortunas soy rico cuando suena el boom bap, solo tengo rimas y canciones que sumas al coro de las ruinas del rap”.
Acceso total
Al
caminar nuevamente por los rincones del Parque Norte, nos encontrábamos con
distintas historias de amigos que estaban ahí unidos todos con un único fin,
ser felices a partir de lo que escuchaban, veían, compraban, consumían,
escribían o cantaban.
Gondwana
con su reggae contagió a más de uno con su armonía de amor, ellos brillaron en
medio de la noche paisa, cantaron durante 1 hora y media, todos andaban ahí
entretenidos bailando y cantando a su manera. Obviamente no se podían ir sin
realizarle un tributo al rey del reggae sus instrumentos interpretaron: Could
you be loved.
Al caer
la noche era justo ir a comprar algo de comer, al llegar a la zona de comida
debíamos adquirir una compra sabia la idea era comer bien y no gastar mucho
dinero. Finalmente terminamos comiendo varias empanadas acompañadas de un
Frappe (la elección no fue muy buena) para remediar la situación nos tomamos un
par de cervezas en honor a los paisas.
Luego
de relajarnos, teníamos que seguir viendo en vivo a los artistas, pronto se
vendría lo mejor. Ya serían como las 10 de la noche, y nuestras almas rumberas
se dejaron llevar por los sonidos de Movement, estos australianos impactaron
con su presentación en la que no tenía más iluminación que una luz blanca y
ellos brillaban en medio de su oscuridad pues estaban vestidos de negro. El himno de esta agrupación, por supuesto: "Us".
Infinity
Ink también estuvo increíble, llegó un momento en el que todo era tan perfecto
que no podía creer que estuviera en Medellín, en tremenda rumba, acompañada por
una de mis mejores amigas y al estilo Homero Simpson con acceso total, le dije a
Mafe como mil veces que no lo podía creer.
Antes
de media noche el escenario principal Tigo Music se estremecía con los beats de
Bag Raiders. cantaron todas las canciones que antes había escuchado en mis
tardes de trabajo mientras Spotify me
iba enseñando todo lo que sabía de este trío. Sencillos como Sunligth, Not over,
Way back home, Golden wings se hicieron presentes.
Al
escuchar las estrellas fugaces de Shooting stars mi alma no podía estar más
feliz, yo estaba ahí al frente de estos australianos viéndolos como hacen su
trabajo en vivo, recordando situaciones pasadas y las miles de historias que tuvieron que
pasar para que todos estuviéramos presentes en el mismo lugar era algo más que
mágico. Se despidieron de Medellín y del país pues esa era su última
presentación en territorio colombiano (el día anterior se habían presentado en
Armando Records).
“Foals,
Foals, Foals…” gritaba mi mente desesperadamente quería por fin verlos, ellos
eran una de las razones más fuertes por las cuales quería visitar la capital de
Antioquia, y no era para menos, pues aunque se habían presentado el día
anterior en Bogotá, el tenerlos en Medellín era como si estuviera soñando.
Entraron al escenario, con un sonido único, inmejorable conectaron en mí los
recuerdos del pasado, (la calle transitada, el bus, el TransMilenio, la
conversación que tuve con alguien mientras sonaba al fondo alguna canción de
Foals) solo que esta vez estaba ahí al frente Yannis cantando y tocando su
guitarra. Él con su actitud de puro rockstar, así bien imponente, irreverente. (El pobre roudies de la banda tiene un trabajo
bastante pesado).
Finalmente
mi mente estaba en un mar de menta, estallaba de placer al mirar en vivo y en directo
tanta genialidad en una sola banda. Este
3 de octubre no sería olvidado por ninguno de sus asistentes. Extasiados de más
música sonaba un éxito tras otro: Olympic Airways, My Number y Mountain at my
Gates sonaron todas seguidas.
Todos
celebramos los 30 años de Jack Bevan, el baterisa, el man estuvo tratando de
romper una piñata estilo mexicano con una de sus baquetas casi no puede.
Yannis
en varias ocaciones pasó por el lado del público, saltó dos veces encima de
ellos, con Two Steps Twice, demostró toda la locura que tiene y en el momento
del solo de la canción se bajó nuevamente del escenario, pero esta vez se
mezcló en medio de todo el público, tanto que en un momento parecía perdido en
medio de tanta gente.
La
banda hizo una presentación como para nunca olvidar, en definitiva fue una hora
y media bien vivida, se despidieron finalmente de los colombianos. En mi mente
quedaron muchos recuerdos y muchas experiencias para seguir viviendo, para
seguir visitando Medellín y por supuesto el Breakfest (sale más barato que el
Estéreo Picnic).
En
definitiva las montañas si sonaron… ¡y mucho!
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